La campaña internacional contra el terrorismo está sirviendo de argumento para crear y mantener las guerras de nuestro tiempo. Irak, Afganistán, Palestina, Irán, Korea del Norte, Colombia o Venezuela, son o algunos de los países cuyos conflictos, internos o externos, están relacionados con el terrorismo. La cuestión que Fuera de Agenda plantea es, ¿qué entendemos por Terrorismo?
La definición acordada, pactada y asentada sobre el término es, resumidamente: La violencia descargada contra la población civil por parte de un grupo organizado u otros independientes de un Estado. Por lo tanto, quiero hacer hincapié en el sentido filosófico de la palabra; terrorismo es terror, da igual por parte de quien o cómo. No es concebible que un bombardeo asesinato selectivo gubernamental no sea considerado como violencia terrorista, y sí un atentado con armas similares por parte de una milicia o ejército clandestino.
Armas de destrucción masiva, el peligro terrorista
Unos 30 millones de personas han perecido en los diferentes conflictos armados que han sucedido en el planeta desde el final de la Segunda Guerra Mundial, 26 millones de ellas a consecuencia del impacto de armas ligeras. El balance es de 1 víctima por armas de gran potencial (entiéndase destrucción masiva), por cada 4 de arma ligera (incluyendo pistolas, rifles, ametralladoras, fusiles y subfusiles, lanzagranadas, cañones antiaéreos portátiles, cañones anticarro, lanzadores portátiles, misiles contracarro). Cada año más de medio millón de personas muere víctima de la violencia armada: una persona cada minuto.
Las campañas de desmantelamiento de armamento son defendidas por los países que fabrican las armas que en realidad resultan más destructivas. Países como EE.UU. e Israel condenan la capacidad militar de sus países no amigos, mientras ellos mismos financian ese poder con su industria y debilitan su equilibrio social facilitando armas a la población. Tambien hay que recordar que son estos países los que no se desprenden de sus programas nucleares y que, en muchas ocasiones, forman parte activa en los conflictos. Una vez más, las razones económicas son el motor de esta cortina de humo.
El Negocio
UNIDIR ha identificado al menos a 300 compañías de 52 países que en 1994 fabricaban armas ligeras. De éstos, 22 eran países del Sur que producían bajo licencia, y 16 de ellos también exportaban. A pesar de ello, aproximadamente el 75% se fabricaron en los EEUU y la Unión Europea (Francia, Reino Unido y Alemania). Parte de este armamento está siendo enviado al conflicto del Congo que vuelve a supurar actualmente. Se estima que el mercado de armas mueve unos 150.000 millones de dólares al año, cantidad más que suficiente para acabar con la pobreza mundial y demasiada para saciar la avaricia de los gobiernos.
Por otra parte, cuando en una guerra se acumulan centenares de miles o millones de armas, la paz queda luego hipotecada por dicho arsenal, una parte del cual es posteriormente desviado y aprovechado por grupos terroristas, paramilitares, guerrillas, grupos criminales, ciudadanos privados o cuerpos privados de seguridad. El armamento ya utilizado no deja de fluir en el mercado.
España también produce armas ligeras. Pero aún más sorprendente es saber que fue uno de los primeros países de la historia en usar armas químicas contra la población civil. Desde 1923, fabricamos ingenios químicos tan peligrosos como gas mostaza y el agente VX. El complejo militar que las produce se ubica en pleno corazón del Parque Regional del Sureste en el municipio madrileño de San Martín de la Vega, apenas a tres kilómetros del complejo de ocio de la Warner, visitado diariamente por miles de personas.
Según la campaña Armas bajo control, las exportaciones españolas de armas ascendieron en 2003 a 321,9 millones de euros, el cuarenta por ciento de los destinos de las armas españolas podrían estar violando el código de conducta de la UE. Una vez más, debemos exigir transparencia a nuestro gobierno en cuanto a su política internacional y sobre su postura en el mercado de armas ligeras.